La alegría que sentimos cuando el avión aterrizó en París fue inmensa, por una parte porque estábamos viviendo la certeza de la bendición de protección sobre nosotros y nuestra comunidad al haber podido sobrepasar un momento de dificultad, donde Dios se manifestó con mucho poder y segundo porque pensar en Paris es pensar en un sitio añorado por nosotros desde hace muchos años. Llegamos a un aeropuerto inmenso, donde se ven personas de muchas culturas, de muchas lenguas, de variados perfiles.
Nos dirigimos en autobús hacia la Plaza Charles Degaulle Etoile en donde está el arco del triunfo, muy cerca a donde Ángela María, una colombiana que hace treinta años está radicada en París y apoya los procesos pastorales en la parroquia del Padre Laureano quien desde la primera llamada de Colombia, nos acogió con mucho cariño.
Vale la pena contar que uno de los carismas de la mamá de Isabel es ayudarle a los seminaristas en el camino de su sacerdocio y que en el inicio de su seminario a éste joven Colombiano le iba a tocar retirarse de su seminario pues no podía pagar las mensualidades, fue allí donde Dios les permitió conocerse con la señora Stella y ella, le costeó todo su seminario hasta verlo sacerdote, para la gloria de Dios.
Ese día la acción de gracias que dimos en la Eucaristía, fue hecha en pareja y de todo corazón, tuvimos muy presente nuestras familias y toda la comunidad y los amigos y amigas que nos mantenemos en comunión. Fue celebrada en francés. No entendíamos mucho, gracias a Dios ya habíamos leído las lecturas del día. De todas maneras la comunión que se siente cuando los hermanos se juntan, ante Jesús, es muy grande.
Estuvimos luego, en la plaza llamada Trocadero desde donde se divisa la torre Eiffel que tiene más de 300 metros de alta, se ve imponente y engalanada con su iluminación sobresale de manera especial en la ciudad.
De regreso a casa, ya la mesa estaba servida con una deliciosa comida de recibimiento. Que bondad de la gente que tiene a Jesús en su corazón. Dios bendiga a todos los que acogen en su casa a un peregrino, la escritura promete que le enviará bendiciones sobreabundantes.
Ese día la acción de gracias que dimos en la Eucaristía, fue hecha en pareja y de todo corazón, tuvimos muy presente nuestras familias y toda la comunidad y los amigos y amigas que nos mantenemos en comunión. Fue celebrada en francés. No entendíamos mucho, gracias a Dios ya habíamos leído las lecturas del día. De todas maneras la comunión que se siente cuando los hermanos se juntan, ante Jesús, es muy grande.
Estuvimos luego, en la plaza llamada Trocadero desde donde se divisa la torre Eiffel que tiene más de 300 metros de alta, se ve imponente y engalanada con su iluminación sobresale de manera especial en la ciudad.
De regreso a casa, ya la mesa estaba servida con una deliciosa comida de recibimiento. Que bondad de la gente que tiene a Jesús en su corazón. Dios bendiga a todos los que acogen en su casa a un peregrino, la escritura promete que le enviará bendiciones sobreabundantes.
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