No podía faltar en esta visita a Roma, el dar una mirada a esta muestra de lo que fue un pujante imperio. Impresionan los detalles que aparecen en cada una de las columnas y de los muros.
¿Cuántos cristianos ofrendaron aquí sus vidas por mantenerse fieles al mensaje de Jesucristo? Sabemos que estos sacrificios no fueron en vano, que de esos grandes emperadores no queda más que una reseña histórica que en muchos casos es tristemente célebre.
En cambio, nosotros tenemos a un Jesucristo vivo que vive, reina y reinará por toda la eternidad.
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