Todo el mundo esperaba ya hacia las diez y media que llegaran los autobuses que nos llevarían al Vaticano para el encuentro con nuestro Pastor mayor, el Papa Benedicto XVI.
Atravesamos los jardines del Vaticano, todos juntos y llegamos a un precioso salón de sillas rojas y pinturas extraordinarias en sus paredes y en el techo. Fue Un momento muy emocionante, sentir la iglesia en pleno, los cardenales a lado y lado del salón, los obispos, sacerdotes y laicos organizados en las filas de sillas ya dispuestas para éste momento de gracia y en el centro, adelante, nuestro Pontífice, quien dirige con la curia episcopal, los destinos de la iglesia. Su Santidad el Papa, entró por una de las puertas laterales levantando sus brazos y saludando al auditorio en general, se ubicó en su silla en actitud de escucha y allí el Cardenal Antonelli, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, presentó el informe de los proyectos que se están desarrollando, luego el Papa se dirigió al Consejo y a todas asociaciones animándolos a que se siga incrementando un trabajo de evangelización para los matrimonios en la formación permanente y el acompañamiento. Hizo público el derecho que tienen los niños a tener una familia con papá y mamá, hombre y mujer, como dice la escritura y a que la familia sea sujeto de evangelización.
Luego, los cardenales se acercaron para saludarlo y también algunos pocos sacerdotes y laicos. Todos nos sentíamos en mucha comunión. En seguida se levantó para dar la bendición a todo el auditorio, la recibimos en nombre de toda la iglesia y con la certeza que esa bendición viene de lo alto, por su investidura de autoridad como cabeza de la Iglesia. Terminó éste encuentro lleno de alegría y gratitud al Señor por tener la gracia de pertenecer a una iglesia que con muchos esfuerzos no se cansa de sembrar el evangelio por todas partes. En nuestro corazón quedó el compromiso de seguir orando cada vez más por todas las necesidades de la iglesia que en éstos tiempos necesita de mucha comunión entre todos para poder enfrentar los embates duros de una sociedad globalizada que quiere cada vez más sacar a Dios del centro de la vida de la persona, de la familia y de la sociedad.Gracias a tantos misioneros y misioneras que de muchas maneras y con valentía apostólica siguen sembrando el evangelio a tantas personas necesitadas.
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